viernes, 12 de septiembre de 2025

La ciudad más antigua de Occidente

 

Leyendo diversos textos en la apasionante labor de documentarme para un escrito, me encuentro con un fraile carmelita del siglo XVII, fray Gerónimo de la Concepción. Gaditano de nacimiento, se le llenaba la boca cantando las alabanzas de la ciudad trimilenaria. No contento con afirmar que en ella se encontraba la primera Corte de España y que de ella partieron los primeros descubridores de América, asevera que los Reyes Magos pasaron por Cádiz camino de Belén y que “Jesús descendía de mujer gaditana”. Además, en ella sitúa los Campos Elíseos, el paraíso de las culturas clásicas de Grecia y Roma.

Como decía alguien muy querido por mí, “la pasión no quita el conocimiento”. Pero está claro que de todo hay en la viña del Señor. En cualquier caso,  no seré yo quien le refute sus teorías ni minimice sus elogios. A los ojos de cualquiera con un mínimo sentimiento de arraigo, su tierra natal es la mejor del mundo mundial.

Yo también tengo sangre gaditana, así que admito que no soy del todo objetiva. Pero sentimentalismos aparte, Cádiz es mucho Cádiz. Pocos lugares existen con tanta historia. Ya lo decía el tanguillo “Aquellos duros antiguos”, que la gente buscaba desaforada a la orilla del mar. La gracia chirigotera no devalúa su trasfondo, pues apenas se escarba aparecen restos antiguos a porrillo. Su catedral, su teatro romano, sus murallas, castillos, baluartes y su yacimiento fenicio, hablan por sí solos.


Fundada por los fenicios más de un milenio antes de Cristo, sólo ochenta años después de la caída de Troya, “la perla de Occidente” es la ciudad más antigua del mundo occidental. A su puerto arribaban los barcos de Oriente transportando especias, marfil, madera de cedro... Y allá por el XVIII, los de las Indias Occidentales, cargados de riquezas. Fue tan próspera en esa época que hasta surgió una nueva clase social: la burguesía comercial. Posiblemente su apelativo de “La tacita de plata” tenga que ver con la afluencia de dicho metal en el siglo XVIII.

También se relaciona con el mito de la Atlántida de Platón, una isla “más allá de las columnas de Hércules” que se hundió en el océano hace once mil años castigada por los dioses tras intentar invadir Grecia. Existen restos arqueológicos que se pueden considerar evidencias, pero al igual que la legendaria ciudad “El dorado”, transita entre la fábula y la realidad. Como las meigas gallegas, que nadie ha visto pero “haberlas, haylas”.

Fue capital provisional de España durante la invasión napoleónica. De ella partió la flota española que combatió en la Batalla de Trafalgar (aunque nos dieron por todos lados). En Cádiz se promulgó la primera Constitución española en 1812, la famosa “Pepa”. En plena Guerra de la Independencia contra la invasión napoleónica. Décadas después se originó la Revolución de 1868, “La Gloriosa”. Impulsada por el General Topete (que se encuentra entre mis ancestros), destronó a Isabel II.

Y ahí lo dejo. Pensándolo bien, tal vez fray Gerónimo de la Concepción tuviera más razón que un santo y el Niño Jesús era más gaditano que Camarón de la Isla.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Nuevos comienzos con estoicismo


Cualquiera diría que he estado todo el verano de vacaciones. Ni siquiera el mes de Agosto entero... Pero sí dos semanas que me han sabido a gloria. En cualquier caso, al comenzar Septiembre siempre me embarga esa sensación de “vuelta al cole” que implica nuevos comienzos. No importa si trabajé la semana pasada, si estuve volcada en preparar una entrevista grabada para no parecer la neófita que soy en esas lides o si me quedan días libres (mis últimos lingotes de oro, que debo administrar con astucia).

La estancia en el pueblo blanco nunca defrauda mis altas expectativas, pues da lo que promete e incluso alguna propina inesperada. Ese pequeño paraíso que te hace sonreír el alma. Que compensa cansancios, esperas, olas de calor que parecen tsunamis. El tesoro al final del camino que en ocasiones se te antoja interminable. El talismán que compensa  esfuerzos, esperas, preocupaciones... retribuyéndote con delicias en la mejor compañía y un escenario de cuento. Aunque sepa a poco, el cuerpo y la mente lo han saboreado a conciencia, rebañando el plato con avidez.

Volviendo a lo que pretendía contar, que me pierdo en divagaciones, mi vida no cambia sustancialmente con respecto a la semana pasada. Sin embargo, hay un aroma distinto en el aire. A rutina (aunque apenas haya escapado de ella), a final del verano (a pesar de que no se perciba un atisbo de otoño hasta dentro de dos meses). A cuadernos nuevos, novedades literarias, estrenos cinematográficos interesantes, reactivación de la vida cultural. A café caliente, temperaturas menos subsaharianas, días más cortos y sin embargo no por ello menos productivos. Las multitudes regresan, la tranquilidad se ve sustituida por un ritmo difícil de ralentizar.


Últimamente el estoicismo me recuerda que la aceptación en ocasiones es sinónimo de sabiduría, que no debo desgastarme luchando contra lo inevitable, como los que se ahogan por nadar contra la resaca que los aleja de la orilla. Es más sensato mantener la calma, buscar soluciones. Tener un propósito, ejercer el autocontrol. Agradecer las dádivas recibidas, actuar con honestidad. Porque como decía el emperador Marco Aurelio en sus “Meditaciones”, la calidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos. Enfócate en mejorar, no pierdas energía en lo que no la merece. Y sigo creyendo que la inteligencia emocional es la más importante de todas, porque es la que te proporciona felicidad.

Montañas y bosques

En  otros tiempos solía hacer un viaje familiar al norte de España para apreciar el colorido del paisaje otoñal, más tardío y escaso en Anda...