jueves, 2 de octubre de 2025

El Grand Tour

Algo me sonaba, pero fue recientemente cuando supe con más exactitud de qué se trataba el Grand Tour. Fue una iniciativa sobre todo británica, aunque se extendió a otros países europeos. Desde el siglo XVII, cuando los jóvenes de familias acomodadas acababan la carrera universitaria, realizaban un viaje de aprendizaje acompañados por un tutor para completar su formación académica con experiencias y el conocimiento de otras culturas.

Y qué queréis que os diga... me produce envidia sana. Poco tiene que ver con los actuales viajes de fin de carrera, mucho más lúdicos que culturales y en algunos casos exclusivamente ociosos. Últimamente a lugares idílicos como la Riviera Maya o Punta Cana, con objetivos más fiesteros y playeros que didácticos.

El Grand Tour podía durar meses e incluso más de un año. Italia era el destino favorito, pues entre sus propósitos se encontraba estudiar la antigüedad clásica, la historia y el arte de la vieja Europa. Como ya sabemos, Italia es un museo al aire libre. Un dispendio de columnas romanas, frescos, esculturas renacentistas, catacumbas paleocristianas y pinturas barrocas.

Tan jugoso periplo se fue internacionalizando a la vez que incluyendo a otro tipo de personajes con anhelos culturales y espíritu aventurero. También visitaban otros países centroeuropeos como Francia o Alemania, Grecia y hasta Oriente Próximo, buscando paraísos perdidos.

España tardó en convertirse en un reclamo. A comienzos del XIX aquí tenía lugar la Guerra de la Independencia contra los franceses, no estaba el horno para bollos. Además, la sombra de la Inquisición se cernía sobre los visitantes extranjeros, ahuyentándolos.

Literatos y artistas como Washington Irving, Chateaubriand, Merimée, Théophile Gautier, Stendhal (pobrecito, mareado por la belleza artística florentina), Mary Shelley o Lord Byron fueron algunos de esos viajeros románticos que encontraron inspiración y plasmaron sus vivencias en interesantes crónicas.

Lo cierto es que hoy día hay más facilidad para viajar de lo que ha habido nunca. Que los viajes se han democratizado y esa es una gran conquista social. Pero pocos poseen la inquietud de aprender más allá de sus fronteras, la capacidad de abrir la mente y dejarse empapar por otras culturas, la lucidez de entender un viaje como una experiencia vital de las más enriquecedoras que existen en lugar de una simple desconexión de la rutina o una fuente de contenido para las redes sociales. De todo hay en la viña del Señor. Y en algunos aspectos, soy de las que cree que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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