Las circunstancias que los envuelven propician que determinados acontecimientos queden impresos en nuestra caprichosa memoria.
Me declaro adicta los efluvios de flores e incienso que desprenden las calles granadinas durante la semana más fervorosa del año, a ese “cantar del pueblo andaluz que todas las primaveras anda poniendo escaleras para subir a la cruz”. Pero cuando el dios de la lluvia tiene a bien concedernos una tregua, suelo aprovechar mis cuatro días libres para pasarlos junto al mar que me alegra el alma.
Aquel año sin embargo todo fue diferente. Estaba recién aterrizada en México lindo con el ilusionante cometido de elaborar un catálogo de pintura colonial. Aún estaba integrándome en mi centro de trabajo, cuando me encontré con dos semanas de vacaciones.
Una querida amiga con la que solo había mantenido contacto escrito a través de un blog literario tuvo el detallazo de invitarme a pasar varios días en su casa, en la “Ciudad de las Rosas” (Guadalajara). Me acogió con una calidez que siempre agradeceré. Incluyendo comité de bienvenida, flores y una comida típica amenizada por mariachis. Pasé unos días inolvidables en los que ella y su familia se volcaron conmigo, demostrándome que la proverbial hospitalidad mexicana no es un mito.
La semana siguiente me aventuré a conocer Morelia, capital del estado de Michoacán en el que llevaría a cabo mi estancia posdoctoral. Disfruté de sus patios coloniales, de su imponente catedral, iglesias, conventos, museos... Con una cámara de fotos y un cuaderno en el que anotaba mis impresiones. Con más espíritu de viajera que de turista. Echando en falta algo de compañía en determinados momentos, pero sintiéndome como en casa a pesar de los más de 9.000 kilómetros que me separaban de mi país. No sólo por las raíces culturales comunes, sino por una amabilidad que no se prodiga en la vieja Europa.
También tuve ocasión de visitar el lago de Camécuaro, un paradisiaco ecosistema a pocos kilómetros del que sería mi lugar de residencia.
P.d. Descansa en paz, Mario Vargas Llosa. Nos queda tu legado inmortal.

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