miércoles, 23 de abril de 2025

La buena costumbre

Estaba yo rumiando una frase que leí recientemente que venía a decir algo así como “no infravalores los pequeños cambios, son el inicio de los grandes cambios”. Y la encuentro revestida de verdad. No como una sentencia dogmática, sino como una de esas reflexiones que destilan sensatez y todos hemos podido constatar en algún momento.

Resulta estimulante trazarse metas ambiciosas, aún a riesgo de no cumplir las expectativas con su consiguiente decepción. Pero el mero hecho de intentarlo ya es más que quedarse de brazos cruzados. Si quieres que algo cambie, no puedes seguir haciendo lo mismo.

Tópicos tan repletos de sabiduría como los dichos de Oscar Wilde. Sin duda hay que enmarcarlos en su contexto, entender ese toque de exageración y excentricidad que constituye su seña de identidad. Tan única que hasta se le permite la arrogancia de afirmar que lo mejor que tenía Inglaterra era el té, el whisky y él mismo. Con el matiz de que el té procedía de China, el whisky de Escocia y él de Irlanda.

No nos engañemos, los cambios demandan una fuerza de voluntad que no se prodiga. Es más fácil atrincherarse en la zona de confort, a nadie le gusta verse expuesto a la angustia o la incertidumbre. Se está demasiado bien controlando las coordenadas, nadando en aguas tranquilas.

Pero cuando tomas decisiones que prometen beneficios aunque sea a largo plazo, adviertes que merecen la pena. Te ayudan a crecer como ser humano, te reportan una satisfacción proporcional al esfuerzo que implican.

No solo me refiero a ser productivo y llevar una vida sana, sino más bien a una cuestión de actitud. A agradecer en lugar de quejarte, a aceptar planes que te dan pereza pero que sabes que te generarán bienestar. A los detalles en los que muestras humanidad y consigues, aunque sea durante un segundo, hacer feliz a alguien que te importa.

Yo soy la primera que a menudo elijo la opción fácil, que rechazo todo lo que me produce desasosiego y trastorno. Sin embargo he constatado que actitudes aparentemente insignificantes son granitos de arena que con la conveniente constancia  forman montañas. Y llega un punto en el que lo que se te antojaba escarpado se va transformando en una plácida llanura.

Creo en las carreras de fondo, en el poder de los pequeños gestos. De hecho me confieso adicta a ciertas rutinas que lejos de esclavizarme, me liberan. Pues más que las grandes hazañas, son los hábitos cotidianos son los que definen tu trayectoria. 





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